La ventana

... indiscreta (X).


Capítulo Final.

Estrechaba su cuerpo desde el fondo del sofá soportando su peso, pero apenas tenía libertad de movimiento. Ella marcaba el ritmo de la penetración y él sólo podía transigir, adaptarse a la postura, aceptar su papel e interpretarlo tratando de aportar algo que la sorprendiera. Las pieles de ambos se rozaban, se frotaban sin rubor. Las chispas de esa fricción se extinguían en el sudor que brotaba por sus poros abiertos como sus piernas, su boca y su sexo. Los dos se fusionaban en líquido resbaladizo.

Con un brazo cruzado sobre su cuerpo, alternaba en sus pechos apretándolos hasta repuntar sus pezones. La otra mano descendía por la vertical de su ombligo siguiendo el camino marcado por pequeñas gotas de transpiración. Sus dedos franquearon la meseta del pubis y alcanzaron el capuchón sobre el que su clítoris palpitaba por el impulso interno de su pene. Ella se contuvo reduciendo las revoluciones de su cadera a la pausa activa de una cámara super lenta. Cada centímetro que recibía era pura estimulación.

Se puso en pie liberándole de su carga y le hizo un gesto para que también se levantara. Él, una vez más, obedeció. Cuando lo tuvo frente a ella, le agarró de la polla y tiró de él detrás de sus pasos felinos guiándole hacia el interior de la casa, perdiéndose tras los muros y dejando la luz del salón prendida. El decorado quedó desnudo. Sin los actores, pero con su ropa por medio, cojines desperdigados y el espectro del sexo saludando a la audiencia bajo el foco en que la noche exterior había puesto a aquella ventana.

En la fachada de enfrente, una luz tenue, una sombra en el umbral, una mirada indiscreta, unos ojos en blanco, un deseo contenido, un placer redescubierto, un voyeur fidelizado, un vicio nuevo, una curiosidad, una ilusión.


En el hilo sonaba Keira Knightley

La ventana

... indiscreta (IX).


Capítulo 9.

Incluso en aquella postura de aparente sumisión la mujer marcaba el ritmo de toda la secuencia. Exprimía su placer a través del de su amante y mantenía la tensión sin dejar que él se perdiera. Se levantó y se alejó con movimientos lentos, conteniéndole para que esperara en el sofá. Reapareció con un preservativo y con la misma delicadeza que meneaba su cuerpo como si flotara sobre la tarima se lo fue enfundando mientras le estimulaba para conservar la firmeza de su miembro. Una vez revestido, ella se giró dándole la espalda y fue acuclillándose hasta hacerlo encajar en su interior. Se sujetó con las manos sobre las rodillas de él y comenzó a componer movimientos arriba y abajo para engrasar la inserción. Sus caderas parecían de goma, agitándose en varias direcciones. Se tumbó sobre él que recogió su cuerpo por la cintura. Con la espalda pegada a su pecho no dejaba de oscilar con su cadera de un lado a otro al mismo tiempo que él la penetraba. Abrió sus brazos por encima de los hombros para abrazarse a la cabeza de él buscando su boca y una vez más sus lenguas se entremezclaron luchando por ganar la batalla del deseo.

No cabía más impostura, ni medias tintas, ni más recato. Sus braguitas ya no alcanzaban a contener sus fluidos. Aquella escena de espacio exterior, de sonido ahogado, de atmósfera vacía, jadeaba dentro de su cabeza con tal volumen que la ensordecía. Permitió a su mano avanzar por dentro de su ropa interior y deslizó sus dedos hasta el interior de su vagina para empaparlos de su propia esencia, avanzando hasta sentir el estímulo por dentro. Ya ni siquiera les miraba. Aquel fuego sin humo la estaba cegando.


En el hilo sonaba George Harrison

La ventana

... indiscreta (VIII).


Capítulo 8.

Se había transformado en una autómata dominada por el germen de la lujuria que se infiltraba a través de sus pupilas. Sofocada por el anhelo de placer que su propio contacto la ofrecía, empañaba con su hálito el cristal de la ventana tras la que se sentía única espectadora de una tórrida secuencia de actos articulados en un instinto básico del ser humano. Y no podía detenerse. Cada movimiento la acercaba más al éxtasis. Su ola se estaba elevando hacia el espigón con el empuje de todo un océano cohibido hasta entonces por la rutina de los días planos.

En el edificio de enfrente la batalla seguía su curso. Él aún se relamía los dedos y las comisuras de los labios después de deleitarse con las mieles de su entrepierna cuando ella se desabrochó el sujetador y se quitó el tanga. Se inclinó para besarle en la boca mientras desarmaba el cierre de su cinturón y una vez cumplida la tarea se arrodilló frente a él tirando del pantalón hacia sus rodillas. Él facilitó la labor reclinándose hacia atrás en el sofá y elevando la cadera, todo de una. Si había alguna duda de su excitación quedó disipada en un instante cuando su polla saltó liberada rebotándole en el bajo vientre. Los dos estaban al fin totalmente en cueros.

Con la misma seguridad que venía demostrando, ella le agarró el miembro, se lo orientó como un soldado apunta con un lanzamisiles y le pasó la lengua desde la base hasta la punta. Cuando llegó al final se lo introdujo en la boca haciéndolo desaparecer casi por completo. Al sacarlo su saliva lo impregnaba y ella la repartió por todo el pene masturbándole con energía. Volvió a repetir la operación recreándose cuando se lo chupaba, apretando sus labios en el recorrido de salida. Él se retorcía de puro placer.


En el hilo sonaban The Rolling Stones

La ventana

... indiscreta (VII).


Capítulo 7.

Al otro lado de la calle, los protagonistas no se daban un instante de tregua. La mujer había sacado un hielo de una de las copas y lo desgastaba contra el tórax de él lamiendo cada centímetro convertido en agua. Él sólo acariciaba sus piernas y se dejaba hacer. Ella se descabalgó y se posicionó de pie frente a él, abrió la cremallera en la espalda de su vestido y lo dejó caer al suelo revelando un conjunto de lencería negro con un bordado floral que opacaba las transparencias tanto en el sujetador como en el tanga. El brillo en su piel reflejaba una tonalidad ambarina. Su cuerpo irradiaba erotismo y sensualidad. Se aproximó a él con marcha felina y, sin permitir que se levantara, abrazó su cabeza enredando los dedos en su pelo.

Él se había despojado ya de los restos de su camisa y cubría de besos el vientre de ella por encima y por debajo del ombligo mientras amasaba sus nalgas. Jugaba con los dedos bajo la goma de su tanga y acuciaba sus límites transitando con su aliento por la línea de las ingles. La sujetó por las caderas con las dos manos, cerró los dedos agarrando el elástico y comenzó a hacer descender el tanga con delicadeza. La miraba a los ojos desde su posición inferior esbozando una sonrisa de malicia, pero ella no le permitiría llevar la iniciativa. Le sujetó por las muñecas para detener el movimiento y subió una pierna para poner un pie a su lado sobre el sofá. Con una mano se apartó el tanga y con la otra le enganchó el cuello por detrás para tirar de su cabeza directa hacia el centro de su cuerpo. Era la dueña total de la situación y lo estaba disfrutando.

Frente a la ventana sus ojos centelleaban con cada una de aquellas maniobras. Sumida en la acción que estaba presenciando sentía cada movimiento como si fuera suyo. Se había levantado un lado de la falda por la cintura y lo que había comenzado con un leve roce por el muslo ahora era una fricción directa por encima de su braguita. Metió una mano por dentro de su camiseta y retiró la copa del sujetador para alcanzarse el pezón que ya estaba erguido y sensible como pocas veces. Sentía la humedad profundizar y un fluido glutinoso le hacía aún más placentero el contacto. Su propia reacción producía el doblaje perfecto de la escena muda que la tenía embaucada, vibrando de la emoción.


En el hilo sonaban The Beach Boys

La ventana

... indiscreta (VI).



Capítulo 6.

La mujer se levantó un palmo del vestido y se subió sobre él a horcajadas sin dejar de besarle. Él le metía la mano por debajo para alcanzar su piel. Los dos debían de estar ardiendo. Ella le separó empujándole contra el sofá, agarró con las dos manos el centro de su camisa y la abrió de golpe haciendo saltar los botones. Le palpaba el pecho y el abdomen, le marcaba el cuello con su carmín y descendía por su torso mientras le dominaba por completo aprisionándole con las piernas.

Ella no podía quitar los ojos de la ventana. La escena era tan magnética que ni siquiera pestañeaba para no perderse ni un detalle de la acción. Había tirado el bolso sobre el sillón y permanecía de pie, apoyada junto al marco en la puerta de su terraza, observándoles, respirando a través de la boca, escuchando el torrente de su sangre fluir por su cuerpo en todas direcciones. Dejó caer una mano hasta el final de su falda rozándose el muslo por delante con suavidad. Casi podía sentir el calor que los dos transmitían como si estuviera sentada a su lado. Lo deseaba cada vez con más intensidad.


En el hilo sonaba Radio Futura

La ventana

... indiscreta (V).


Capítulo 5.

Era cerca de la media noche cuando llegó a casa el sábado de esa misma semana. No solía salir mucho. Desde que vivía sola era más consciente de su economía de lo que nunca antes lo había sido y, al mismo tiempo, cada vez le apetecían más los planes que se desarrollaban durante el día. Las actividades al aire libre y los tardeos le motivaban mucho más que salir por la noche y tener que volver en el búho o en el último metro acompañada de lo mejorcito de la ciudad.

Dejó las llaves en el platillo de la entrada y cuando iba a enfilar el pasillo hacia el baño la ventana iluminada de su vecino capturó nuevamente su atención. Esta vez estaba vestido, pero lo verdaderamente interesante era que no estaba solo. Había una mujer con él. Los dos estaban recostados en el cheslón hablando y bebiendo algún cóctel en grandes copas de balón llenas de hielo. Se fijó en que, sobre la mesa del comedor, revestida esa noche con un mantel, había unos platos, cubiertos y lo que parecían servilletas de tela, indicios de una cena previa a aquellas bebidas.

Él miraba hacia dentro del salón. La mujer estaba de cara hacia la ventana. Ella la examinó con curiosidad. Era joven, morena de piel, de aspecto latino. Exhibía sin disimulo su melena larga y lisa dándole cierto volumen al retirarla por encima del hombro con las manos. Llevaba un vestido color piedra con tirantes negros que hacía destacar sus brazos delgados y definidos. Tenía los dientes blanquísimos enmarcados por unos labios rojo coral y los ojos maquillados con una sombra que los agrandaba. No dejaba de mirarle directamente mostrando una completa seguridad en sí misma. Al menos eso era lo que ella percibía desde la distancia.

En un momento, la mujer se incorporó y tomó con su mano libre la copa que él sostenía. Depositó las dos bebidas sobre una mesita baja y se lanzó contra la boca de él sin darle tiempo a reaccionar. Él la recibió poniendo la mano en el lateral de su cuello recorriéndolo hasta la parte posterior y hundiendo los dedos en su pelo mientras sus lenguas se enredaban sin palabras. Aquel no era un primer beso recatado, sino una declaración de intenciones que no dejaba lugar a dudas, un ataque directo al deseo contenido de ambos. Centrados en no hacerse sangre a dentelladas no eran conscientes, ni por un instante, de que ella les miraba desde su casa aguantando la respiración.


En el hilo sonaba Barry White

La ventana

... indiscreta (IV).


Capítulo 4.

No tardó ni un minuto en confirmarlo. Ahí estaba de nuevo, ante sus ojos, con una toalla blanca en la cintura rebuscando algo en un cajón del armario. La distancia con el edificio era bastante como para no poder observar los detalles con claridad, pero suficiente como para distinguir la piel desnuda de un hombre joven y bien parecido.

Salió de la habitación y se perdió tras la pared ataviado con el mismo atuendo. Ella se mordió el labio en un gesto inconsciente lamentando no poder seguir con el espectáculo y entonces se dio cuenta de que la ventana contigua también le ofrecía vistas de la misma función. El decorado, sin embargo, era el de un salón. Identificó un sofá de cheslón gris claro y una mesa de comedor. Hacia el fondo, en la zona izquierda, se adentraba un pasillo que debía dar a la cocina a juzgar por la luz blanca de fluorescente que se reflejaba entre el suelo y la pared. Y de ahí salió él, sin toalla. Completamente desnudo cruzó el salón por detrás del sofá y por delante de la mesa, se perdió un instante tras la pared y reapareció en la ventana de al lado donde se calzó unos slip blancos como los del modelo del anuncio de Dolce & Gabbana.

Un olor a goma quemada la devolvió a la realidad. Se había quedado absorta con la plancha apoyada sobre su camiseta que estaba tornando a un color amarillento. La sacó de la tabla resoplando y sacudiéndola con fuerza, pero ya era tarde. Era la segunda vez que le veía desnudo y el segundo accidente doméstico que esa circunstancia le causaba. En la tele, público y presentador bailaban al ritmo de la canción que los concursantes no habían sido capaces de averiguar; nada más y nada menos que el 'Don't stop me now' de 'Queen'.


En el hilo sonaban Queen

La ventana

... indiscreta (III).



Capítulo 3.

No había vuelto a pensar en aquello desde que sucedió. Una vez más, la vorágine de la semana se había llevado por delante cualquier momento de pausa en el que aburrir la mente o dejarla en blanco. Tenía la sensación de estar subida en un tren alocado cuyo tracatreo era una nana que la adormecía cada vez que se sentaba un solo minuto en el sofá. Y ni siquiera se sentaba.

Esa tarde, ya casi noche, decidió enfrentarse a la pila de ropa arrugada que se le acumulaba desde hacía varios días. Abrió la tabla de planchar en el salón y encendió la televisión donde el programa de entretenimiento 'Pasapalabra' estaba en la prueba de 'La pista musical'. Se puso a la labor mientras ninguno de los dos concursantes era capaz de sacar el título o siquiera unas palabras de lo que el presentador había anunciado como un "himno de la música". Al tomar del montón una camiseta de las que usaba en el gimnasio su vista se desvió a través del cristal de la terraza donde le pareció ver iluminada la misma ventana de aquella noche. Se fijó un poco mejor mientras alisaba sin mucho interés una de las mangas y justo en ese momento alguien se cruzó en el interior.

En el plató todo el mundo conocía la canción y ella desde casa también, pero ahora su foco de atención estaba enteramente en esa ventana. Había pasado rápido, en un pestañeo, casi como un fotograma, pero juraría que aquel cuerpo estaba cubierto tan sólo con una toalla.


En el hilo sonaba - Conociendo Rusia

La ventana

... indiscreta (II).


Capítulo 2.

Alcanzó la mesa y apoyó en ella la copa como pudo mientras tosía atragantada tratando de recuperar la respiración. Miró el suelo para comprobar hasta dónde había llegado el estropicio y entró a tientas en la casa en busca de una bayeta de cocina. Salió a la terraza ya con la luz encendida y limpió todo rastro del vino con diligencia. Aún en el exterior se examinó la camiseta y confirmó sus temores en forma de manchas rojizas difuminadas. Se adentró de nuevo en la casa con la intención de echarla a lavar y cuando estaba a punto de sacársela por encima de la cabeza cayó en la cuenta y se detuvo en seco.

Se giró con los brazos aún cruzados por delante del cuerpo sin soltar la camiseta y trató de enfocar la vista por el hueco de la puerta de su terraza a cada una de las ventanas del edificio de enfrente. Algunas estaban apagadas, muchas tenían las persianas cerradas y varias tenían luz, pero las cortinas corridas ocultaban cumplidamente el interior. Le costó un poco dar con la ventana que le había causado el incidente. Ya no estaba encendida, pero seguía abierta. Por un instante, se sintió ciertamente en el lugar contrario al que había estado hacía sólo unos minutos, expuesta a la mirada indiscreta o accidental de su vecino. Sin pensarlo se quitó la camiseta a modo flash y se metió de un salto en la cocina fuera del tiro de la ventana. Cubriéndose los pechos abrazada a la camiseta se carcajeó divertida por su atrevimiento imaginando que, tal vez, había causado también algún accidente en el interior de aquella oscuridad.


En el hilo sonaba - Lady Gaga

La ventana

... indiscreta.

3er huésped



Capítulo 1.

Descorchó con suavidad la botella de vino tinto que estaba guardando desde que se había mudado al nuevo piso. Lo hizo siguiendo su propio ritual, uno que se había autoimpuesto cuando notaba que la ansiedad, la prisa o la preocupación le comían el terreno. Se acercó a la nariz el tapón todavía clavado en la espiral del abridor e inhaló la esencia de aquel crianza de apenas siete euros. No tenía ni idea de vinos, pero sentía la necesidad de celebrar su primer mes de independencia fingiendo que estaba en un chalet unifamiliar con vistas a la naturaleza en lugar de en un apartamento de una habitación en un barrio residencial.

La ciudad refulgía con un color anaranjado artificial cuando salió al pequeño balcón con su copa de cristal en la mano. El espacio era el justo para poner un par de sillas y una mesa de exterior plegables. Todo, incluida la copa, comprado en el Ikea. Había apagado todas las luces para evitar atraer a mosquitos u otros bichos indeseables y sentada con las rodillas dobladas y los pies recogidos en el asiento se disponía a disfrutar del primer sorbo. En ese momento, el interior de una ventana del edificio de enfrente se iluminó como la pantalla de un gran anuncio publicitario captando la atención de su mirada y lo que vio le hizo dar un respingo que le sacó disparado el vino por la nariz manchando sin poder evitarlo su camiseta de estar en casa.


En el hilo sonaba - Xoel López

La playa

... nudista (XI).


Capítulo Final.

Ella enterraba los pies en la arena buscando un punto de apoyo que le permitiera moverse mejor, sentirle mejor. Quería besarle, morderle la boca, aferrarse a su espalda y clavarle las uñas. Sus dedos le sabían ya a poco, necesitaba soportar el peso de su cuerpo sobre ella, tirar de él hacia su interior, notar su estoque amenazante previo a su embestida profunda, certera; quedarse sin aliento. Su anhelo era tan intenso que el roce directo en su clítoris volteó desde la molestia al estallido haciendo que soltara el sombrero de golpe para sujetarle el brazo deteniendo el ánimo con que él la estimulaba.

Con su polla atrapada en el ritmo con que ella la agitaba, él estaba a punto de nieve. Trataba de concentrarse en las señales de su cuerpo: su respiración contenida, sus leves giros de cadera, sus pezones despuntando en su pecho, la humedad que sentía aflorar de su vagina. Al mirarla a la cara y comprobar su excitación, mirándole el pene, mordiéndose el labio, no pudo contenerse ni un segundo más. Levantó la cara hacia el cielo con la boca abierta ahogando un gruñido. Mientras ella le agarraba del brazo izquierdo, él se descargaba en su mano derecha retorciendo su espalda en una curva de caracol.

El sonido del mar, la brisa infiltrándose a través del pinar, los pequeños veleros fondeados sobre la lámina turquesa,... El verano no había hecho nada más que llegar, hallándoles acomodados en su propia estación de calor.


En el hilo sonaban - Morgan

La playa

... nudista (X).


Capítulo 10.

Ella no conseguía ocultar su propia excitación. Su mano, tan pequeña, le daba a su polla una proporción desmesurada. Estaba en plenitud y parecía enorme. Al verla así, desde su perspectiva, deseó poder probarla en ese instante, tomarle la medida con su boca, saborearla, bañarla por completo en su saliva, pero la postura en la que estaban no era la más propicia y decidió centrarse en masturbarle. Le tenía, al fin, bien asido y con certeros movimientos repetidos agitaba sin parar el avispero. Parecía que él lo estaba disfrutando. No había fallo en seguir con el meneo.

Él no podía esconder un ápice de su fogosidad. Su mente había entrado en modo básico. Ya ni siquiera oteaba alrededor por si su actitud, tan poco recatada, hubiera despertado la curiosidad de algún mirón. Sus dedos se internaban en su coño, abierto y húmedo para su recepción. Oculto bajo el sombrero, podía sentir el movimiento circular de sus caderas facilitando la penetración. Deseaba verla entera, retorcerse, levantarla al vuelo en arrancada como había entrenado en el gimnasio y clavarse en su cuerpo liviano de un tirón, pero ella le tenía bien sujeto a pesar de su posición de sumisión. La idea de follarla en esa playa se hacía cada vez más inminente.


En el hilo sonaban - Quique González & David Ruíz (La M.O.D.A.)