El cliente

... habitual (XIII).


Capítulo 13.

El teléfono de la productora echaba humo y ella, también. Le miraba con una expresión entre enfadada, desconcertada y perpleja. Gilbert sabía que no podría dar respuestas a las llamadas que estaba recibiendo sin tener una explicación que ofrecer al respecto. Se habían pactado unos temas sobre los que preguntar, se habían acordado unas preguntas concretas, se había trabajado con una información contrastada para que fuera veraz, relevante, precisa, pero él se había desviado de todo aquello saliéndose por una tangente que nadie tenía contemplada. Antes de que ella pudiera colgar para gritarle, Gilbert se escabulló de la sala zigzagueando entre la maraña de periodistas que recogía sus bártulos una vez finalizada la rueda de prensa. Tenía mucha información que compartir, pero aún demasiadas preguntas sin respuesta. ¿Quién le estaba poniendo sobre estas pistas?, ¿con qué intención lo hacía?, pero sobre todo, ¿qué iba a pasar ahora que había levantado esa liebre en público?

Esa última pregunta no tardó ni un minuto en contestarse. En cuanto Gilbert puso un pie fuera de la sala de prensa un hombre y una mujer se acercaron a él, se identificaron como miembros del CNI, el servicio de inteligencia español, y le pidieron que les acompañara. Sin tiempo para responder, otros dos hombres, mucho más corpulentos, aparecieron a ambos lados, le levantaron en volandas sujetándole de las axilas, le metieron dentro de otra sala a la vuelta del pasillo y salieron sin cruzar ni una mirada. Gilbert fue inmediatamente a coger su móvil, pero se dio cuenta de que ya no estaba en su bolsillo, ni tampoco su cartera, ni su acreditación de prensa. Aún estaba confundido con lo que acababa de pasar cuando se abrió la puerta y entraron el hombre y la mujer. Ella, con la acreditación y el carnet de identidad de Gilbert en la mano, se cuestionaba cuál era el interés de la prensa alemana en el oro español. Impactado por la situación, Gilbert explicó cómo había llegado a la conclusión de que aquellos movimientos podrían haber hecho que el preciado metal llegase a las peores manos, pero omitió deliberadamente mencionar el email y los mensajes de su informador misterioso. La agente le observaba en silencio mientras hablaba y continuó así varios segundos una vez terminó su exposición. El otro hombre se acercó a ella y le entregó el móvil y la cartera de Gilbert. Ella extendió la mano para entregárselo, pero sujetándolo fuertemente sin dejar de mirarle. Finalmente abrió la mano liberando sus pertenencias, se despidió con cortesía y salió de la sala dejando a Gilbert solo dentro todavía desubicado.


En el hilo sonaba Tu otra bonita

2 comentarios:

  1. Esperemos que al menos le den una explicación de lo ocurrido.

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    1. No sé si esa gente estará acostumbrada a dar explicaciones...
      Muchas gracias!

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