La ventana

... indiscreta (VII).


Capítulo 7.

Al otro lado de la calle, los protagonistas no se daban un instante de tregua. La mujer había sacado un hielo de una de las copas y lo desgastaba contra el tórax de él lamiendo cada centímetro convertido en agua. Él sólo acariciaba sus piernas y se dejaba hacer. Ella se descabalgó y se posicionó de pie frente a él, abrió la cremallera en la espalda de su vestido y lo dejó caer al suelo revelando un conjunto de lencería negro con un bordado floral que opacaba las transparencias tanto en el sujetador como en el tanga. El brillo en su piel reflejaba una tonalidad ambarina. Su cuerpo irradiaba erotismo y sensualidad. Se aproximó a él con marcha felina y, sin permitir que se levantara, abrazó su cabeza enredando los dedos en su pelo.

Él se había despojado ya de los restos de su camisa y cubría de besos el vientre de ella por encima y por debajo del ombligo mientras amasaba sus nalgas. Jugaba con los dedos bajo la goma de su tanga y acuciaba sus límites transitando con su aliento por la línea de las ingles. La sujetó por las caderas con las dos manos, cerró los dedos agarrando el elástico y comenzó a hacer descender el tanga con delicadeza. La miraba a los ojos desde su posición inferior esbozando una sonrisa de malicia, pero ella no le permitiría llevar la iniciativa. Le sujetó por las muñecas para detener el movimiento y subió una pierna para poner un pie a su lado sobre el sofá. Con una mano se apartó el tanga y con la otra le enganchó el cuello por detrás para tirar de su cabeza directa hacia el centro de su cuerpo. Era la dueña total de la situación y lo estaba disfrutando.

Frente a la ventana sus ojos centelleaban con cada una de aquellas maniobras. Sumida en la acción que estaba presenciando sentía cada movimiento como si fuera suyo. Se había levantado un lado de la falda por la cintura y lo que había comenzado con un leve roce por el muslo ahora era una fricción directa por encima de su braguita. Metió una mano por dentro de su camiseta y retiró la copa del sujetador para alcanzarse el pezón que ya estaba erguido y sensible como pocas veces. Sentía la humedad profundizar y un fluido glutinoso le hacía aún más placentero el contacto. Su propia reacción producía el doblaje perfecto de la escena muda que la tenía embaucada, vibrando de la emoción.


En el hilo sonaban The Beach Boys

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