... indiscreta (V).
Capítulo 5.
Era cerca de la media noche cuando llegó a casa el sábado de esa misma semana. No solía salir mucho. Desde que vivía sola era más consciente de su economía de lo que nunca antes lo había sido y, al mismo tiempo, cada vez le apetecían más los planes que se desarrollaban durante el día. Las actividades al aire libre y los tardeos le motivaban mucho más que salir por la noche y tener que volver en el búho o en el último metro acompañada de lo mejorcito de la ciudad.
Dejó las llaves en el platillo de la entrada y cuando iba a enfilar el pasillo hacia el baño la ventana iluminada de su vecino capturó nuevamente su atención. Esta vez estaba vestido, pero lo verdaderamente interesante era que no estaba solo. Había una mujer con él. Los dos estaban recostados en el cheslón hablando y bebiendo algún cóctel en grandes copas de balón llenas de hielo. Se fijó en que, sobre la mesa del comedor, revestida esa noche con un mantel, había unos platos, cubiertos y lo que parecían servilletas de tela, indicios de una cena previa a aquellas bebidas.
Él miraba hacia dentro del salón. La mujer estaba de cara hacia la ventana. Ella la examinó con curiosidad. Era joven, morena de piel, de aspecto latino. Exhibía sin disimulo su melena larga y lisa dándole cierto volumen al retirarla por encima del hombro con las manos. Llevaba un vestido color piedra con tirantes negros que hacía destacar sus brazos delgados y definidos. Tenía los dientes blanquísimos enmarcados por unos labios rojo coral y los ojos maquillados con una sombra que los agrandaba. No dejaba de mirarle directamente mostrando una completa seguridad en sí misma. Al menos eso era lo que ella percibía desde la distancia.
En un momento, la mujer se incorporó y tomó con su mano libre la copa que él sostenía. Depositó las dos bebidas sobre una mesita baja y se lanzó contra la boca de él sin darle tiempo a reaccionar. Él la recibió poniendo la mano en el lateral de su cuello recorriéndolo hasta la parte posterior y hundiendo los dedos en su pelo mientras sus lenguas se enredaban sin palabras. Aquel no era un primer beso recatado, sino una declaración de intenciones que no dejaba lugar a dudas, un ataque directo al deseo contenido de ambos. Centrados en no hacerse sangre a dentelladas no eran conscientes, ni por un instante, de que ella les miraba desde su casa aguantando la respiración.
En el hilo sonaba Barry White
En lo que refiere a esta parte de la historia me parece que en la protagonista se ve un contraste de su vida solitaria y la intensidad de la vida ajena. Una atmósfera de observación con deseo contenido.
ResponderEliminarSin dudas son complejas las emociones humanas.
Saludos.
Y de lo difícil que es la independencia en una gran ciudad y cómo el hecho de conseguirla obliga a reorganizar prioridades y revisar el ocio.
EliminarMuchas gracias!
La vecina sigue en ese profeso de seguir observando al vecino, en esta ocasión el horizonte está a punto de ofrecerle una sesión de intimidad do de su deseo tal vez se desate en ella.
ResponderEliminarSaludos.
Ay! La vida de un voyeur..., no sé si es placentera o dolorosa, la verdad.
EliminarMuchas gracias!