El cliente

... habitual (XVII).



Capítulo 17.

Gilbert trataba de ordenar sus pensamientos parado frente a toda la información que había clasificado, organizado y relacionado. Buscaba entender cuál era la motivación del tal Daniels, o Miller, o como diablos se llamase, para haberse convertido en un promotor del caos. El tipo tenía posición, patrimonio y suficiente dinero como para vivir varias vidas con tranquilidad, pero aún así su sombra se cernía sobre los peores episodios de violencia que habían sacudido a la sociedad occidental en los últimos diez años. Gilbert observaba con detenimiento cada uno de los movimientos de compra-venta de acciones, de inversión o desinversión en metales y piedras preciosas, sus viajes de negocios agendados, sus discretos contactos en actos privados a los que asistían mandatarios y representantes de la cosa pública, todas las averiguaciones que había hecho. Aquel hombre era un superviviente con una capacidad innata para sacar provecho de cualquier circunstancia sin verse afectado ni por la crítica social ni por el control político. Más bien daba la sensación de lo contrario, de ser el tramoyista tras el escenario, el titiritero sobre la marioneta, el proyector de las siluetas que vivían sobre la fría roca de la caverna y a las que todos prestaban atención sin preguntar de dónde venía la luz.

Pensaba que era obvio que el personaje suscitaba el interés de las agencias de inteligencia de todo el mundo así que Gilbert llegó a la conclusión de que, por alguna razón, estaba siendo protegido. Su indignación crecía por minutos. En un mundo cada vez más enrocado en bandos irreconciliables, encabezado por políticos profesionales sin más méritos que la fidelidad al partido ni más motivación que atesorar poder para encubrir o facilitar sus trapicheos y maquillar su falta de moral, este tipo de perversiones podían darse siempre y cuando justificaran la acción del tirano de turno revestido de demócrata impoluto. Cualquier medio vale, hasta agitar a la masa social, si el objetivo se alinea con los intereses de quien tiene capacidad de decisión y domina con elocuencia el arte de la oratoria persuasiva. Eso, y que los hay que comulgan con ruedas de molino. Pero Gilbert aún mantenía la esperanza. No porque fuera un eterno perseguidor de la verdad y la justicia, sino porque alguien le había puesto tras todas esas pistas, alguien le había dado pie a investigar, alguien que quería destapar ese bote recalentado por el sol para que salieran las larvas y los gusanos de una vez por todas.

El sonido del teléfono de la habitación le devolvió al presente. Desde recepción le indicaron que habían entregado un paquete a su nombre. Gilbert pidió que se lo subieran a la habitación, colgó y miró de nuevo hacia el corcho con toda la información. ¿Quién iba a enviarle nada allí?


En el hilo sonaban Barbasónicos

2 comentarios:

  1. Cuantos "tiranos de turno revestidos de demócratas impolutos" así está el mundo

    Paz

    Isaac

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    1. Es difícil encontrar entre los que tienen el poder de cambiar las cosas a personas que piensen más allá del alcance de su propia mirada.
      Muchas gracias!

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