La ventana

... indiscreta (IX).


Capítulo 9.

Incluso en aquella postura de aparente sumisión la mujer marcaba el ritmo de toda la secuencia. Exprimía su placer a través del de su amante y mantenía la tensión sin dejar que él se perdiera. Se levantó y se alejó con movimientos lentos, conteniéndole para que esperara en el sofá. Reapareció con un preservativo y con la misma delicadeza que meneaba su cuerpo como si flotara sobre la tarima se lo fue enfundando mientras le estimulaba para conservar la firmeza de su miembro. Una vez revestido, ella se giró dándole la espalda y fue acuclillándose hasta hacerlo encajar en su interior. Se sujetó con las manos sobre las rodillas de él y comenzó a componer movimientos arriba y abajo para engrasar la inserción. Sus caderas parecían de goma, agitándose en varias direcciones. Se tumbó sobre él que recogió su cuerpo por la cintura. Con la espalda pegada a su pecho no dejaba de oscilar con su cadera de un lado a otro al mismo tiempo que él la penetraba. Abrió sus brazos por encima de los hombros para abrazarse a la cabeza de él buscando su boca y una vez más sus lenguas se entremezclaron luchando por ganar la batalla del deseo.

No cabía más impostura, ni medias tintas, ni más recato. Sus braguitas ya no alcanzaban a contener sus fluidos. Aquella escena de espacio exterior, de sonido ahogado, de atmósfera vacía, jadeaba dentro de su cabeza con tal volumen que la ensordecía. Permitió a su mano avanzar por dentro de su ropa interior y deslizó sus dedos hasta el interior de su vagina para empaparlos de su propia esencia, avanzando hasta sentir el estímulo por dentro. Ya ni siquiera les miraba. Aquel fuego sin humo la estaba cegando.


En el hilo sonaba George Harrison

2 comentarios:

  1. Muy buena escena, se visualiza totalmente , inmejorable la descripción.

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    1. Voyeurismo del lector debe ser lo que describes.
      Muchas gracias!

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