La playa

... nudista (XI).


Capítulo Final.

Ella enterraba los pies en la arena buscando un punto de apoyo que le permitiera moverse mejor, sentirle mejor. Quería besarle, morderle la boca, aferrarse a su espalda y clavarle las uñas. Sus dedos le sabían ya a poco, necesitaba soportar el peso de su cuerpo sobre ella, tirar de él hacia su interior, notar su estoque amenazante previo a su embestida profunda, certera; quedarse sin aliento. Su anhelo era tan intenso que el roce directo en su clítoris volteó desde la molestia al estallido haciendo que soltara el sombrero de golpe para sujetarle el brazo deteniendo el ánimo con que él la estimulaba.

Con su polla atrapada en el ritmo con que ella la agitaba, él estaba a punto de nieve. Trataba de concentrarse en las señales de su cuerpo: su respiración contenida, sus leves giros de cadera, sus pezones despuntando en su pecho, la humedad que sentía aflorar de su vagina. Al mirarla a la cara y comprobar su excitación, mirándole el pene, mordiéndose el labio, no pudo contenerse ni un segundo más. Levantó la cara hacia el cielo con la boca abierta ahogando un gruñido. Mientras ella le agarraba del brazo izquierdo, él se descargaba en su mano derecha retorciendo su espalda en una curva de caracol.

El sonido del mar, la brisa infiltrándose a través del pinar, los pequeños veleros fondeados sobre la lámina turquesa,... El verano no había hecho nada más que llegar, hallándoles acomodados en su propia estación de calor.


En el hilo sonaban - Morgan

La playa

... nudista (X).


Capítulo 10.

Ella no conseguía ocultar su propia excitación. Su mano, tan pequeña, le daba a su polla una proporción desmesurada. Estaba en plenitud y parecía enorme. Al verla así, desde su perspectiva, deseó poder probarla en ese instante, tomarle la medida con su boca, saborearla, bañarla por completo en su saliva, pero la postura en la que estaban no era la más propicia y decidió centrarse en masturbarle. Le tenía, al fin, bien asido y con certeros movimientos repetidos agitaba sin parar el avispero. Parecía que él lo estaba disfrutando. No había fallo en seguir con el meneo.

Él no podía esconder un ápice de su fogosidad. Su mente había entrado en modo básico. Ya ni siquiera oteaba alrededor por si su actitud, tan poco recatada, hubiera despertado la curiosidad de algún mirón. Sus dedos se internaban en su coño, abierto y húmedo para su recepción. Oculto bajo el sombrero, podía sentir el movimiento circular de sus caderas facilitando la penetración. Deseaba verla entera, retorcerse, levantarla al vuelo en arrancada como había entrenado en el gimnasio y clavarse en su cuerpo liviano de un tirón, pero ella le tenía bien sujeto a pesar de su posición de sumisión. La idea de follarla en esa playa se hacía cada vez más inminente.


En el hilo sonaban - Quique González & David Ruíz (La M.O.D.A.)

La playa

... nudista (IX).


 

Capítulo 9.

Notó una cierta acuosidad. Era obvio que él llevaba tiempo deseando ese contacto. Volvió a hacer todo el recorrido pasando la mano desde la base del pene, rozando sus genitales con dos dedos y subiendo hasta el vértice de nuevo. La tensión en su miembro era tan fuerte que se le escapaba de la mano cada vez que lo traía hacia abajo rebotando como un resorte contra su abdomen. Se retiró el sombrero de la cara para tener una mejor visión de todo y lo situó cubriendo discretamente bajo su ombligo donde los dedos de él ya no estaban al trabajo de extender la crema, sino al de impregnarse de los fluidos que lubricaban su vagina.

Él manoseaba su pecho con amplios movimientos en círculo desde sus costillas, atrapando uno de sus pezones entre la comisura de sus dedos. Cada pasada con la que fingía seguir aplicando el protector por su cuerpo sensibilizaba más sus terminaciones, exaltaba sus perfiles, aumentaba la temperatura de ambos. Con la otra mano, escondida bajo el sombrero que ella sostenía, separaba sus labios mayores con dos dedos y recorría de arriba a abajo la entrada de su vagina exponiendo su clítoris que palpitaba con cada roce por sus cercanías. Estaban entregados el uno al otro y ya no podían poner freno a toda esa energía.


En el hilo sonaba - Izal

La playa

... nudista (VIII).



Capítulo 8.

Echó un vistazo rápido a ambos lados para comprobar que nadie más en la playa estaba pendiente de la escena. Sujetó el envase como si fuera una manga pastelera y le fue poniendo puntitos de crema con la delicadeza de un repostero que decora una tarta. Situó dos sobre cada pecho siguiendo la línea de sus clavículas, tres descendiendo por su esternón hasta encima de su ombligo, cuatro desde cada hueso de sus caderas recorriendo sus ingles hasta el final del bajo vientre, y una justo sobre la fina raya de vello que se había dejado en el pubis. Finalmente, esturreó un poco más sobre su muslo imitando la forma de una cara sonriente.

Ella no perdía detalle bajo el perfil de su sombrero. Mientras él se afanaba juntando los puntos que había ubicado por toda su piel, ella observaba su erección entre los huecos del hilado. Le complacía ver lo que provocaba en él sin siquiera tocarle. Aquella situación también la tenía encendida desde que había comprobado la firmeza de su cuerpo. Sentía una humedad en su interior que las manos de él pasando sobre su abdomen no hacían más que acrecentar. Se mordió el labio inferior en un gesto inconsciente, entreabrió las piernas doblando una rodilla y extendió su mano con la palma hacia arriba para alcanzar su pene desde abajo. Lo acarició sin llegar a rodearlo con los dedos hasta llegar a sus testículos y recorrió el camino de vuelta casi hasta la punta.


En el hilo sonaba - Jorge Drexler & Conociendo Rusia

La playa

... nudista (VII).


Capítulo 7.

Como ella permanecía inmóvil con la cabeza girada hacia el lado contrario en el que él se encontraba arrodillado se aventuró a erguirse un poco desde su posición para alcanzar a dispersar la crema sobrante por la parte baja de sus piernas. En aquella pose, apoyado sólo en su rodilla izquierda mientras equilibraba con su pierna derecha hacia atrás lo que sus brazos avanzaban por ella, su pene quedó liberado de la contención y cuando sus manos alcanzaron sus tobillos no pudo evitar el roce del glande con el lateral de su glúteo derecho.

Se quedó inmóvil como el que provoca un estruendo involuntario al entrar en casa en mitad de la noche esperando que el ruido no despierte a nadie, pero ella giró el cuello y se encontró su empinamiento casi en primer plano. Él recogió rápidamente su postura un poco avergonzado y se encogió de hombros poniendo una mueca ocurrente. Ella le devolvió de nuevo su sonrisa divertida y de un solo movimiento se dio la vuelta completamente para tumbarse boca arriba. Recogió el bote de crema, se lo ofreció y con un ojo guiñado por el efecto del sol le hizo un gesto para que continuara su labor esta vez por su parte frontal. Tomó su sombrero de yute con un lazo estampado y se recostó por completo a la espera de que él terminara con el servicio.


En el hilo sonaba - Ben Howard

La playa

... nudista (VI).



Capítulo 6.

Tener esa visión de ella, tumbada desnuda bajo el sol en aquella playa le hacía sentirse único en el mundo. Observó unos segundos su pequeño cuerpo, delgada y tan blanca que su piel casi se difuminaba con la arena. Parecía creada de un finísimo material sin imperfecciones que resaltaran a simple vista. Buscó la mejor manera de posicionarse para poder repartir el protector que ella misma se había puesto y se colocó de rodillas a su lado.

El contraste entre los dos era evidente. Con una mano abarcó todo el boceto de crema solar y comenzó a extenderlo con toda la delicadeza que le permitían sus zarpas. Tenía las palmas anchas y aunque sus dedos no eran muy gruesos tampoco eran demasiado largos lo que le daba al conjunto un aspecto más bien recio, de manos de trabajo. Procuró ejercer la mínima presión en sus pasadas mientras recorría sus omóplatos marcados casi como si su cuerpo fuese transparente. Descendió siguiendo la línea de su columna hasta llegar a los dos hoyuelos que se hundían marcando la inserción de su cadera. Le volvían loco aquellas marcas.

Tomó el bote de crema y descargó un chorretón justo al final de su espalda. Con ambas manos al mismo tiempo lo dispersó pasando por encima de su culo y por la parte de atrás de sus piernas. Su erección, disimulada hasta el momento, pasó a ser algo manifiesto a pesar de sus esfuerzos por contenerla entre sus muslos.


En el hilo sonaba - Carlos Ares

La playa

... nudista (V).



Capítulo 5.

La palmada le pilló desprevenido. Giró el cuello y la encontró agachada, sonriéndole divertida. Se miró la nalga con la marca de su mano en crema y arqueando las cejas mientras apretaba el glúteo la incitó a terminar de extenderla antes de volver a mirar hacia el mar dándole la nuca.

Ante aquella invitación ella no dudó un instante en plantarle de nuevo la mano en el culo y dispersar el producto con agilidad. Le sorprendió lo duro que lo tenía pero no pudo dejar de advertir lo suave que estaba también. Iba totalmente depilado y eso era una novedad. Cambió de nalga y siguió amasando en sentido contrario hasta llegar al inicio de la pierna por detrás. Esa visión en primer plano y la tonificación que estaba notando en su cuerpo la estaban poniendo un poco cachonda. Fue descendiendo por ambas piernas con movimientos repetidos en una sola dirección, de arriba a abajo, desde el final del trasero hasta la corva y, una vez ahí, se tomó la licencia de subir por el interior de su pierna izquierda hasta que tuvo la sensación de rozar sutilmente su escroto con el dorso de los dedos.

Él dio un pequeño respingo que trató de contener y al no notar más el tacto de sus manos se giró asumiendo que el servicio de protección contra la radiación había concluido. Pero, era sólo el de recibirlo, porque al volverse la encontró de espaldas dibujando un pequeño sol sobre la parte trasera de su hombro izquierdo. Ella le hizo un gesto meneándolo con una pose entre Pataky y Marilyn, le volvió a lanzar esa sonrisa divertida tan natural que le enloquecía y en dos pasos se posó sobre el mismo centro del mandala boca abajo esperando recibir el mismo favor para evitar las quemaduras.


En el hilo sonaban - Sidecars

La playa

... nudista (IV).



Capítulo 4.

El sol pegaba con fuerza. Entre que no habían madrugado demasiado y que llegar a aquella playa les había llevado cerca de una hora ya eran casi las doce del mediodía. Había que echarse protector solar sobre todo por aquellas zonas que no estaban expuestas habitualmente al contacto directo con el astro rey.

Él se embadurnó brazos y antebrazos, hombros, pecho, abdomen y piernas a la misma velocidad a la que previamente se había quitado toda la ropa y le pidió ayuda a ella para extender el producto por su espalda. El contraste con la crema le hizo sentir sus manos mucho más cálidas de lo que esperaba teniendo en cuenta que la temperatura superaba con facilidad los treinta grados en aquel momento del día. 

Ella dispersó la crema haciendo círculos desde el centro de su espalda hacia los costados amasando el lateral de sus hombros y el músculo dorsal en la parte superior. Le encantaban los hombres con espaldas prominentes como la suya. Era casi en lo primero que se fijaba de manera inconsciente. Fue bajando progresivamente hasta llegar a la zona lumbar y se detuvo justo encima del glúteo rodeándolo desde el final de la espalda hasta el lateral de la cadera. Se untó un poco más de loción en la mano y poniéndose en cuclillas le pegó un azote dejando su pequeña mano blanca marcada en medio de su nalga derecha.


En el hilo sonaban - Imagine Dragons

La playa

... nudista (III).


Capítulo 3.

Él lo tenía bastante fácil. Sólo llevaba una camiseta deportiva de un tono entre amarillo fosforito y verde lima, una gorra color azul desgastado con la visera grana medio raída no por el uso, sino por la moda, y un bañador rojo de marca y estilo surfistas. Le costó menos de medio minuto desprenderse de todo y colocarse sus Rayban con cristales oscuros de tipo espejo que tan bien le iban a venir para mirar disimuladamente alrededor.

Ella llevaba alguna capa más. Primero se deshizo de una camiseta ancha de doble tirante, amarilla y rosa con un estampado en negro de tres palmeras sobre la palabra 'Holliwood' escrita imitando a una rúbrica. Acto seguido se desabrochó el botón del short vaquero con deshilachados y lo fue bajando ladeando la cadera arriba y abajo. Por fin, quedó sólo con un bikini cereza que se había comprado para el viaje. Con un ágil movimiento del brazo por detrás de la espalda desbarató el lazo que anudaba la parte superior. Después, tiró del hilo del lateral de la braguita y la dejó caer como por descuido.

A él, que escondía la mirada tras las gafas de sol, le pareció el gesto más sexi que había visto en mucho tiempo y enseguida notó como su cuerpo también reaccionaba involuntariamente.


En el hilo sonaba - Nil Moliner

La playa

... nudista (II).


Capítulo 2.

Se miraron el uno al otro buscando un gesto de complicidad que aún no tenían trabajado. No llevaban tanto tiempo saliendo juntos, de hecho aquel era su primer viaje compartido solos los dos. ¿Sería demasiado..., raro? Pero aquella playa era espectacular. No iban a volver atrás.

Caminaron por la arena buscando un espacio lo suficientemente alejado de otros bañistas como para sentirse menos vulnerables y se acercaron a la parte alta cerca de unas hierbas de playa que les ofrecían una cierta protección. Extendieron allí una sábana turquesa estampada con un mandala y la sujetaron con varias piedras para evitar que la brisa la levantara. Situaron la mochila en la cabecera y empezaron a desprenderse de la ropa.


En el hilo sonaban - Conociendo Rusia